El tango como terapia somática
Bailar tango resulta terapéutico para muchas personas, dado que promueve la conexión con uno mismo y con otros desde la inteligencia del cuerpo, obligándonos a confiar en nuestras sensaciones y percepciones por encima del intelecto.
Siempre me llamo la atención la adicción que produce el tango en algunas personas. Y en mi propia experiencia de mas de 15 años como milonguera he notado que el tango me resultaba especialmente terapéutico y hasta indispensable durante mis etapas de crisis emocional.
Como otras danzas y algunos deportes el tango es una actividad desafiante y divertida, que involucra mucha técnica pero a su vez nos genera una alta conexión y contención emocional.
Produce adrenalina, dopamina, oxitocina y otros neuroquímicos. Lo que explica fácilmente lo adictivo que suele tornarse para muchos principiantes sin importar la edad, habilidades o condiciones físicas de esas personas.
Pero además, hay algo acerca del tango que a mi me parece único y especialmente sanador. Y es la conexión profunda que produce con personas que acabamos de conocer; y especialmente con uno mismo.
El tango requiere cierta cercanía e intimidad poco frecuente en otras actividades. Es abrirse a confiar, entregarse a veces a ciegas y permitirse sentir no solo al otro, sino a uno mismo; algo que por lo general nos cuesta hacer fuera de la milonga.
Una vez que aprendimos la parte técnica y nos permitimos relajar, el tango se convierte en una actividad sumamente meditativa e introspectiva. Por eso algunos preferimos bailarlo cerrando los ojos, para dejarnos llevar por la música, por el otro pero mas que nada para dejarnos llevar por lo que sentimos internamente, es decir lo que nos pide el cuerpo.
Esta danza, es una verdadera meditación compartida y en movimiento que nos desconecta de la mente por un rato para llevarnos hacia adentro pero sin dejar de conectar con el otro, con la música y las emociones que inadvertidamente guardábamos adentro.
Hasta las personas mentalmente mas estructuradas y con mayor autocontrol dicen experimentar emociones intensas durante las tandas de sus tangos preferidos. Y no es solo por lo melancólico de la música y letras del tango. Algunos movimientos, un perfume o un abrazo sentido en el momento oportuno puede hacernos despertar memorias y liberar emociones reprimidas durante mucho tiempo.
Lo que desde mi perspectiva hace mas especial y sanador al tango, es su aspecto energético y espiritual. Porque el tango en esa cercanía nos recuerda que ambos somos uno, que somos espejo y reflejo interconectado. Durante un tango las mascaras se caen porque el cuerpo no miente y el karma es inmediato. Lo que hacemos o no hacemos impacta a ambos en la danza inmediatamente.
En esa inmediatez e intimidad nos podemos llegar a sentir desnudos cuando sabemos que el otro siente lo que estamos sintiendo. Y aun así, elegimos seguir bailando porque es mágico sentirse tan profundamente conectado con un otro que muchas veces ni conocíamos antes de ese primer abrazo.
Por ultimo, me gustaría destacar algo importante que aprendí del tango. Y es que nos pide que conectemos en una sincronía orgánica de movimientos basados en el corazón y la confianza pero también en la libertad, la autonomía y el desapego. Porque en esta danza como en las relaciones, para que la dupla funcione cada miembro debe empatizar y conectar con el otro pero sin descuidarse, haciéndose responsable de si mismo y manteniéndose siempre en su propio eje.
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