Close-up of a woman's hand with 'Stop' written on it, emphasizing awareness.
Compartir este articulo

¿Por qué cuesta tanto poner limites? Explora 2 ideas que te ayudan a ponerlos sin culpa

¿Eres de los que dicen que si cuando quisieras decir no? ¿Te callas para evitar el conflicto? ¿Permites que otras personas te falten el respeto? ¿Terminas explotando porque no pudiste poner limites a tiempo? No es tu culpa, es parte de un programa subconsciente que puedes desactivar.

Durante mucho tiempo me pregunté porque me costaba tanto poner limites y sostenerlos, especialmente con algunas personas a quienes amaba y de quienes buscaba aprobación.

Cuando comencé a observarme, descubrí actitudes interesantes que había incorporado hace tanto tiempo que corrían automáticamente por mis venas sin que yo me diera cuenta y que jugaban muy en mi contra.

Decía que si a compromisos y favores que no eran de mi agrado e incluso iba en contra de lo que yo sentía para no «quedar mal» o porque me «daba pena» decepcionar a quien me lo pedía. Daba mas autoridad a otras personas o instituciones sin cuestionar demasiado, simplemente porque era lo esperable, lo que los demás hacían.

Contestaba llamadas y respondía mensajes inmediatamente sin pausar para pensar si quería atender esa llamada en ese momento y de que forma quería responder a determinado estimulo.

No chequeaba antes internamente ni me cuestionaba si mis respuestas estaban alineadas con mi sentir y lo que yo consideraba era mejor para mi. Respondia frecuentemente con un si de manera inmediata, casi automática y sin detenerme a reflexionar.

Como muchos de nosotros que atendemos el teléfono urgidos por el simple hecho de que el aparato esta sonando. Sin darnos cuenta que en ese simple acto de atender una llamada o no, esta nuestro poder de elegir.

Me di cuenta durante una relacion toxica con alguien severamente narcisista, que tendía a asumir que el otro sabia mas que yo sobre lo que era mejor, incluso para mi misma. Lo dejaba a el definirme y consentía cosas que iban tan en contra de mis valores y de mis propias necesidades que terminé rompiéndome en pedazos hasta tocar fondo.

Pero lo grave es que mi tendencia a dar mas crédito a lo externo y al otro que a mi misma no había empezado con esa pareja narcisista. Esa mala costumbre habría de culminar con el, pero había empezado mucho antes en mi infancia y lo venia haciendo desde que tenia memoria.

La incapacidad para poner limites es parte del programa subconsciente que muchos con rasgos codependientes tenemos. Comienza frecuentemente en nuestra familia cuando se nos acostumbra a ignorar lo que sentimos dando mas valor a lo externo que a nosotros mismos. Cuando nos enseñan desde pequeños que ser buenos es tolerar, nos obligan a compartir juguetes, a darle un beso a esa tía que nos da miedo, a guardarnos el llanto y la rabia en el supermercado para no incomodar con nuestros berrinches a adultos que ni siquiera conocemos.

Este habito de ignorar lo interno priorizando lo externo viene también programado y hasta premiado por muchas culturas, gobiernos y religiones cuando se nos obliga a obedecer ciegamente reglas y costumbres que aunque no entendamos o nos hagan mal, no se nos permite siquiera cuestionar. Esta programación toxica esta instalada como parte de un proceso que comúnmente llamamos «educación».

Y nuestro cerebro, diseñado para la supervivencia (lo que como especie significa seguir siendo parte del grupo), nos obliga a hacer lo que es «seguro», lo «correcto» y que no siempre esta alineado con nuestro mayor bienestar, con nuestra felicidad y nuestra expansión.

Por eso no te culpes si te cuesta poner limites, si te escuchas dando miles de explicaciones para decir que no o si te sientes terriblemente culpable o avergonzado cuando logras hacerlo. No te culpes si dudas de tu criterio, si cedes tu autoridad incluso cuando va en contra de tus intereses o cuando te cuesta ir en contra de lo que otros esperan de ti porque es lo que «se hace».

Muchos desconocemos quienes somos realmente, lo que en verdad queremos y lo que es mejor para nosotros. Y no es culpa nuestra. Es que nunca aprendimos lo importante que todo eso era. Por lo que delegamos ese poder dejando que otros nos definan y luego nos preguntamos porque nos cuesta tanto poner limites sanos en nuestras relaciones.

Poner limites, algo que para otras especies es natural y espontaneo, es algo incomodo que nos vemos obligados a reaprender quienes fuimos condicionados por el miedo desde la infancia a no escucharnos y hasta a abandonarnos para pertenecer y ser aceptados.

Es particularmente difícil poner limites para quienes fuimos criados por padres codependientes que no sabían modelarlos. O por padres narcisistas que no los reconocían y hasta disfrutaban traspasándolos.

Te comparto 2 ideas que a mi me sirvieron para empezar a ver los limites desde una perspectiva mas amable:

  1. ¿Y si tus limites fueran el lenguaje de tu espíritu, esa energía que nutre tu cuerpo y tu alma? Conocer donde termina el otro y donde empiezas tu, poner limites y sostenerlos, podría ser la clave para mejorar todas tus relaciones, empezando por la que tienes contigo mismo. Quizás de poner limites a tiempo depende tu nivel y calidad de energía, tu salud física, mental y emocional, lo que atraes a tu vida y como gestionas lo que ocurre en ella.
  2. Por otro lado, ¿que pasaria si poner limites fuera un acto de amor y de servicio? En lugar de ser algo que te hace «egoista» o «poco espiritual» como yo antes creia. Hoy estoy convencida que los limites son un acto de amor. De amor propio, al honrar al Dios interior que todos tenemos en lugar de «endiosar» a alguien o algo externo. Decir que no es muchas veces un acto de sabiduría espiritual porque reconoce que lo que damos, hacemos o permitimos desde el miedo, la culpa o la carencia no puede dar buenos frutos por simple resonancia energética. Y es un acto de servicio, porque al poner un limite aunque nos resulte incomodo, le damos al otro la oportunidad de tener un aprendizaje, de conocernos y conocerse. Una persona puede elegir cambiar actitudes, crecer, aprender y mejorar motivada por los limites de otra. Ese limite le da al otro la libertad de apartarse si lo que motivaba su acercamiento no era amor sincero sino conveniencia. El limite ordena energeticamente, acercando lo que resuena y apartando lo que ya no vibra en la misma frecuencia.

Llegar a conocer nuestros limites implica profundizar en nuestro autoconocimiento. Poder colocarlos y sostenerlos requiere que desarrollemos la fortaleza y madurez suficientes para afrontar las consecuencias de ponerlos.

Eso implica un aprendizaje que no es fácil, pero vale la pena si consideramos nuestros limites como una expresión de autenticidad, respeto y amor. Si reconocemos que son una necesidad y una responsabilidad para poder amarnos y amar con integridad y conciencia.

En mis mentorías trabajamos con ejercicios de coaching diseñados para conocer y establecer limites sanos, especialmente en relaciones con personas toxicas y conflictivas que acostumbran a desafiarlos. Explóra mas aquí:


Compartir este articulo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio