El origen de la codependencia emocional
La codependencia no es un trastorno, ni una enfermedad o algo por que sentirse avergonzado. De hecho, es mucho mas frecuente de lo que se cree y la mayoría de las personas manifestamos sin saberlo, algún grado de codependencia en nuestras relaciones. La codependencia es un programa subconsciente de supervivencia creado en la infancia, cuando muchos de nosotros tuvimos que escindirnos de nosotros mismos silenciando nuestras emociones y negando nuestra propia realidad para adaptarnos a las necesidades y demandas de los adultos que nos criaban.
No es necesario que haya habido abandono, violencia o abuso físico o emocional evidente en la infancia para gestar rasgos de codependencia. Solo basta con que hubiera algún grado de negligencia emocional, es decir que ese niño no tuvo sus necesidades emocionales satisfechas, no se sintió validado por ser quien era realmente. Le falto una mirada amorosa, una escucha compasiva de forma consistente por parte de quienes lo criaron.
Desafortunadamente, muchos de nosotros a pesar de haber tenido nuestras necesidades materiales cubiertas en la infancia, nos sentimos invisibles emocionalmente para ambos o alguno de nuestros padres. O aun peor, pudimos haber sentido su rechazo, desprecio, rigidez y tan alto grado de exigencia, que nos pudimos haber sentido inaceptables, insuficientes e incluso mas como una carga para ellos que como algo valioso, digno de la atención y el amor incondicional que todo niño necesita.
Y esto se debe a que nuestros padres también sufrieron negligencia emocional, y así sucesivamente fuimos heredando formas de crianza disfuncionales que desconocen las necesidades emocionales del niño, la importancia de reconocer y sanar nuestras propias heridas emocionales como padres, para no replicar las heridas que nosotros mismos recibimos en nuestros hijos.
El problema que tenemos ahora es que muchos que fuimos criados autoritariamente no sabemos poner limites con amor y cometemos el error de irnos al extremo opuesto siendo excesivamente complacientes con nuestros hijos quienes además de sentirse validados, necesitan limites, disciplina y criterios para ir asumiendo su responsabilidad en el mundo.
Quienes somos codependientes tenemos un gran desafío, especialmente si coparentamos con alguien narcisista, porque debemos ser lo opuesto al narcisista y superar nuestra propia codependencia para modelar algo distinto para nuestros hijos.
Lo ideal seria validar quienes son nuestros hijos y lo que sienten aceptándolos incondicionalmente, aunque al mismo tiempo debamos colocar limites sanos y a tiempo cuando correspondan como un acto de amor y servicio que nos beneficia a todos. Debemos aprender a cuidarnos a nosotros mismos y autorregularnos para no explotar con ellos repitiendo la historia de abuso emocional que heredamos. Pero tampoco deberíamos criarlos indulgentemente, justificando sus malas decisiones y evitándoles la responsabilidad por las consecuencias de sus actos. No queremos criar codependientes, pero tampoco futuros narcisistas. Una crianza equilibrada emocionalmente requiere un trabajo de constante observación sobre uno mismo y sobre ellos, sin olvidar que siempre nos van a estar reflejando algo a trabajar y mejorar en nosotros mismos.
Volviendo al origen de la codependencia, podemos decir que básicamente existen 3 razones fundamentales por las cuales muchos de nosotros nos vimos obligados a desconectar de nosotros mismos en nuestra infancia.
1. Negación de nuestra realidad. Si fuimos criados en hogares impredecibles, caóticos e inestables emocionalmente se nos impone una realidad distinta a la que nosotros mismos vivenciamos y sentimos internamente. Por ejemplo; cuando la madre niega su propio enojo o tristeza que el niño percibe o se esconden secretos y conflictos que el niño siente emocionalmente (como posibles adicciones, sufrimiento y abuso emocional, resentimiento, carencias, ausencias, etc.). La incoherencia energética de ese hogar, por mas que en apariencia se vea pulcro y ordenado, resulta confuso, hostil y hasta aterrorizante para el niño, quien hasta los 7 anos opera en ondas cerebrales theta que lo vuelven aun mas sensible y vulnerable. Esto lo lleva a desconfiar de si mismo e invalidar sus propias percepciones, sus emociones y su propio valor. Termina renunciando a su identidad emocional y energética para poder adaptarse a ese entorno disfuncional pero necesario para su supervivencia. A muchos nos hicieron creer que lo que veíamos, oíamos o sentíamos no era real ni valido, por lo que dejamos de escucharnos y sentirnos. De adultos es natural que desconfiemos de nuestra propia experiencia interna y elijamos inconscientemente delegar nuestro poder en otras personas. Por eso muchos terminamos atrayendo parejas dominantes, aparentemente fuertes y encantadoras como los narcisistas que aparentan saber mas lo que es mejor para nosotros mismos. Los dejamos a ellos definir quienes somos y nuestro futuro. Sin la confianza ni un sentido claro de nosotros mismos, empezamos a depender del otro tanto, que nos fundimos en esa persona, no pudiendo distinguir con claridad donde terminamos nosotros y donde empieza el otro. Eso, ademas de condicionarnos con apego y miedo a perderlo, nos dificulta reconocer nuestros propios limites y reenforzarlos. Y asi es como muchos de nosotros nos quedamos estancados en relaciones toxicas e infelices por mucho mas tiempo de lo que es necesario para reaprendernos.
2. Inseguridad y miedo. Muchos aprendimos a temer a alguno de nuestros padres o a no confiar en ellos por una historia de decepción, promesas rotas, inconsistencias, mentiras, manipulaciones, falta de cuidado y registro emocional por parte de ellos. Algunos codependientes que fuimos criados por padres con temperamentos impredecibles nos acostumbramos a estar atentos, hipervigilantes, en constante estado de estrés y tensión propios del modo supervivencia por si teníamos que escondernos o huir. Muchos crecimos creyendo que para obtener el amor, el respeto y la atención de nuestros padres debíamos esforzarnos, auto sacrificarnos, esconder y cambiar nuestra personalidad, nuestras necesidades y deseos. Y sin darnos cuenta, fuimos forjando nuestro futuro como adultos codependientes, inseguros emocionalmente y desconectados de nuestra verdadera identidad. Por eso, muchos nos sentimos vacíos e insatisfechos internamente aunque consigamos mucho éxito externamente.
3. Parentalizacion del niño. Muchos codependientes nos vimos obligados a crecer muy rápido, asumiendo funciones que no nos correspondían por edad y madurez. Frecuentemente en hogares disfuncionales los roles familiares se invierten, asumiendo el niño el cuidado y responsabilidades de sus padres, gestionando los problemas familiares y brindando apoyo emocional desproporcionado a otros para cubrir la incapacidad e inmadurez emocional de sus padres. Así es como desde niños dejamos de lado nuestras propias necesidades para asumir las de otras personas y empezamos a validarnos a través de lo que podíamos dar o hacer por los demás. Nos convertimos en pequenos super heroes para luego volvernos de adultos en grandes mediadores, salvadores y rescatistas. Buscamos cuidar de otras personas porque es lo que sabemos hacer y tendemos a atraer personalidades inmaduras, toxicas y conflictivas. Sufrimos apego y constante frustracion, porque nuestra identidad y auto valoración están ligados a cuanto podemos solucionar, tolerar y manejar en nuestras vidas. Eso nos vuelve extremadamente controladores y sentimos impotencia, ira y dolor que nos impide soltarles la mano porque renunciar se siente como una confirmacion de nuestra propia insuficiencia.
Concluyendo, podríamos decir que el habernos desconectado de nosotros mismos en la infancia y no tener una brújula interna en la que confiar nos dificulta crear relaciones sanas y equilibradas de adultos. En distinto grado según la profundidad de nuestra herida, podemos llegar a desarrollar algunos patrones tóxicos en la forma de pensar (creencias limitantes respecto de nosotros mismos o del mundo), de sentir (emociones de baja densidad como el miedo, la culpa, la ira reprimida, la vergüenza toxica) y de comportamiento. Estos se manifiestan en nuestras relaciones, especialmente las mas intimas, con desconfianza en uno mismo y en otros, necesidad de controlar, competir, probarnos a nosotros mismos con grandes logros escondiéndonos detrás de un falso ego, dificultad para auto regularnos emocionalmente, reactividad e hipersensibilidad ante las criticas, el rechazo o abandono, vivir a la defensiva y en constante estado de estrés y supervivencia,, perfeccionismo y exigencia extrema, ansiedad crónica, depresión y desconexión o evasión emocional entre otros. A nivel vibracional esa herida infantil no sanada nos podría predisponer a recrear los mismos patrones dolorosos en nuestras relaciones atrayendo situaciones y personas conflictivas que nos recuerdan en algún aspecto a como nos sentíamos con nuestro progenitor.
Sin embargo, no perdamos el norte ni la esperanza. La codependencia puede haber condicionado nuestra personalidad pero no es lo que somos. Somos mucho mas que un programa e incluso mas que nuestra personalidad. Somos conciencia y energía, por lo que siempre estaremos a tiempo para transformarnos y transformar así nuestra realidad. El primer paso, es el autoconocimiento y ya lo estas dando si llegaste hasta acá. Según afirmaba Krishnamurti; ¨el acto de ver, es hacer» porque cuando empezamos a observar nuestra sombra con conciencia y amor, ya estamos empezando a integrarla.



